Olaf Stapledon en "El hacedor de estrellas" (1937) imagina un universo en que las civilizaciones se multiplican y colonizan todos los planetas conocidos. La razón es que:
... ningún gran avance en la cultura era posible a menos que la población de los mundos despiertos se incrementara y diversificara ... la diversidad y la multiplicidad de mundos era tan necesaria en el plano galáctico como la diversidad y multiplicidad de individuos en el plano mundial y la multiplicidad de células neuronales en el plano individual.
En su libro, la población se multiplica conscientemente, para explorar la diversidad de la experiencia. Obviamente, un humano que trabaja 45 horas a la semana y nunca toma vacaciones para poder pagar la hipoteca de un departamento de 30 metros cuadrados, no tiene mucho espacio para explorar la diversidad de la experiencia humana aunque viva en un país rico. Menos posibilidades aún tiene alguien que vive con hambre entre millones que se peleen por unas pocas raciones de alimento en países sobrepoblados y pobres.
Incluso alguien que esté decidido a que exploremos las posibilidades humanas, reconocerá que se necesita al menos que hayan suficientes recursos para cada explorador, y suficiente espacio para que cada uno explore.
Pero éste no es el único motivo por el cual algunas civilizaciones se multiplican ciegamente. Los hombres suficientemente fuertes, gritones, o astutos para lograr que los demás les obedezcan, tienen otros motivos. En otras épocas, y hoy también, nos querían en grandes cantidades para ir a sus guerras a proteger sus intereses. En otras épocas, y hoy también, nos querían en grandes cantidades para ir a sus fábricas a multiplicar su dinero.
Desde siempre han existido otros hombres también, que tienen la capacidad de convencer, pero no la voluntad de atraer las balas si las cosas no funcionan. Ellos formaron alianzas con los poderosos a cambio de riqueza y protección. Hoy en día, sus herederos ni siquiera recuerdan por qué era tan importante multiplicar el ganado, pero lo siguen haciendo:
- Tu hijo me ha dicho que tomas anticonceptivos. No puedo darte la comunion.
- ¿Y usted, padre, me va a criar todos los hijos que voy a tener?
Afortunadamente, en los países en que las mujeres tienen más acceso a educación, la perspectiva de no poder comulgar no suena tan mal. Desafortunadamente, en los países en que las mujeres no tienen tanto acceso a la educación, la amenaza del sacerdote tiene efecto. ¡Y qué efecto! Se multiplica la pobreza, y lo poco que hay, se divide en pedazos aún más pequeños.
Creo que las decisiones individuales informadas, y un sentido del bien común, son preferibles a las leyes. El caso de China, con su política de un-sólo-niño, es una solución de emergencia para resolver un problema creado por la falta de visión. Todo el mundo, y en particular todas las mujeres deberían tener acceso libre a métodos contraceptivos efectivos que les permitan decidir cuántos hijos quieren criar, 1, 2, 10, ninguno, o el número que prefieran, de acuerdo a la responsabilidad que quieran asumir.
Oponerse al libre acceso de la mujer a métodos efectivos de anti-concepción, debe ser considerado como un acto anti-social hostil. Tener la cara dura de mandar a las mujeres a multiplicarse mientras se opta por el celibato, como una hipocresía sin nombre.
Fuentes: Star Maker @ Project Gutenberg. El diálogo que reproduzco me lo contó la persona a la que le sucedió. Fotos: Puss in the hood @ Flickr (CC), Wikipedia: Eucharist.