La virtud olvidada

Si fallamos y cometemos un error, nos sentimos mal, y a menudo, llegamos a pensar que no servimos para nada. Si acertamos en algo, nos sentimos bien, y a veces, comenzamos a pensar que somos capaces de todo. Una breve serie de fracasos nos lleva a la depresión, una breve serie de éxitos a la petulancia.

Vemos los grandes logros científicos y terminamos creyendo que todo tiene explicación, o que todas las explicaciones son encontrables. Nos topamos con las limitaciones del método científico y nos vamos al extremo de pensar que estamos totalmente ciegos frente al universo, que nada tiene explicación y que todo es obra de un gran prestidigitador universal.

Aprendemos a medir a través de la comparación con patrones comunes de referencia, y pensamos a veces que todo puede medirse, hasta la amistad o el amor. Nos dicen que en realidad en ciertos ámbitos y escalas no se pueden definir patrones comunes de referencia debido a efectos relativistas, y ahora terminamos acostumbrándonos a que diariamente se de crédito a teorías sin ninguna evidencia que las soporte, total, todo es relativo.

De pequeños vivimos en un entorno protegido en que todos los que nos rodean quieren lo mejor para nosotros, y aprendemos a confiar en los demás. Despues de unos pocos desaires, nos transformamos en seres desconfiados que terminan pagando un precio más alto en todas sus relaciones por los elementos de desconfianza que imponenemos hacia el otro.

Más tarde siendo adolescentes descubrimos el amor de pareja, la entrega en el otro y nos lanzamos a relaciones asfixiantes en que nada queda de los espacios individuales. Tras el fracaso de estas relaciones, tenemos un montón de problemas en establecer nuevas parejas porque queremos estar en pareja, pero queremos al mismo tiempo que todo sea individual. En cualquier caso, nos cuesta encontrar el equilibrio, porque nos falta madurez emocional, porque no podemos asumir la complejidad de ciertas situaciones, o porque nos faltan experiencias de aprendizaje.


La templanza se encuentra cuando podemos canalizar nuestras pasiones e impulsos de forma que sirvan para crear cosas, no para destruir lo que hemos aprendido. Por esto la templanza no puede existir sin un cierto nivel de madurez emocional.

La templanza se encuentra cuando podemos comprender que ciertos fenómenos son complejos, que no son ni blancos ni negros, que tienen muchas partes que interactúan y muchos dimensiones o grados de libertad. Por esto la templanza no se alcanza sin cierta madurez intelectual.

La templanza se encuentra cuando los hechos del presente son tomados en su justa medida, considerando también los hechos del pasado en nuestras decisiones. Por esto la templanza no se alcanza sin la madurez de la experiencia.

Como todos los procesos de aprendizaje, irónicamente, la templanza también llega mucho despues del momento en que resulta más necesaria.