Mis ojos nuevos

Lo sabía con certeza hace más de un año, que ya no veía bien. Más allá de los cinco metros, las cosas comienzan a perder su nitidez. No sé cuando empezó. Hace mucho tiempo que no conduzco, y no sabía por qué, pero es que todas las señales del camino son borrosas, y no veo los otros autos hasta que están muy encima. Pero lo que realmente me incomoda es que si no me siento adelante en una charla (y tengo que ir a muchas) no veo las transparencias a menos que las hayan escrito con letra muy grande.

La sensación de usar los lentes en la calle por primera vez fue fantástica, surrealista, alucinante. Simplemente, habían más cosas. Antes, sólo existían las cosas muy cercanas, y el resto se perdía en una nebulosa. No es que no viera las cosas lejanas, es que no les ponía atención, porque era inútil si no distinguía qué cosas eran. Por lo mismo, me había acostumbrado a caminar en la calle con la vista enfocada en el infinito.

Ahora con los lentes, era muy extraño darme cuenta de que detrás de la gente que estaba cerca, había gente un poco más lejos, gente más lejos aún, etc. y todos tenían una cara. ¡Y las luces! Eso sí que me hizo alucinar: la mayoría de las lámparas son redondas, no son un borrón con forma de estrella; tienen ahora bordes definidos, nítidos.

En la óptica me dijeron que no ocupara los lentes mucho, sólo cuando los necesitara, porque o si no me aumentaría la miopía. La verdad es que, de necesitar, no los necesito casi nunca, porque casi siempre estoy frente al computador y la pantalla está suficientemente cerca como para ser muy nítida. Pero me gusta usarlos. Me gusta ponérmelos para caminar de la casa al trabajo y simplemente, para mirar. Me gustó mucho tenerlos ahora que vine a otra ciudad para poder ver las torres de las iglesias y todos los detalles de las cosas lejanas.

La razón por la que esperé tanto para usar lentes es que no quería sentirme viejo. Es que no quería reconocer que ahora veo menos que antes. Siempre le he tenido miedo al tiempo, o más que miedo, un tipo de respeto distante. Cuando chico, quería ser grande. Ahora que soy grande, quiero que el tiempo pase lento, pero pienso mucho en el futuro, y en si estoy haciendo lo correcto, y cuántas cosas alcanzaré a hacer en el tiempo que me queda. Usar lentes fue un duro golpe a mi sensación de sentirme joven.

Y recién tengo 30 años.