Tus artes femeninas
De todas las cosas que haces en tu vida profesional, de activista, de amiga, de pareja, lo que más me gusta de tí es tu dominio de las artes femeninas.
Te críaste en el campo, con una madre tradicional que te educó en parte para ser esposa. Eres buena en las cosas que las mujeres se enseñan entre ellas: hablar, callar, mentir, coser, cocinar, tejer, curar, cuidar, abrigar. En una mujer educada como tú, estas artes son raras.
El discurso políticamente correcto es no mencionar explícitamente las artes tradicionales femeninas, porque hacerlo resulta chocante y machista. Porque los hombres sabemos que a lo largo de miles de años hemos abusado de ustedes las mujeres y lo seguimos haciendo; y las artes femeninas son símbolo de ese abuso. Pero te las menciono igual. Porque me gustas.
Sabes hablar y escuchar y hacer a la gente conversar y que se sienta bien. También sabes hacer que se sienta mal, cuando conviene.
Sabes callar un secreto, incluso frente a mí, porque a mí siempre se me salen.
Sabes mentir para ayudar a alguien, y cuando lo haces te resulta bien.
Sabes coser la ropa y que quede bien y el arreglo dure. A mí me al remendar me queda todo desordenado, incluso cuando trato de hacerlo bien.
Sabes cocinar cualquier cosa, y lo haces con naturalidad, rápido y sin tupirte. Yo también puedo hacerlo, pero me cuesta más y no me queda tan bien.
Sabes tejer. Yo intenté una vez hacer una cortina de macramé, me demoré horas y el producto fue mediocre.
Sabes curar heridas. Eso yo lo aprendí con la cabeza. Tú sabes hacerlo porque sientes el dolor de quien te pide ayuda.
Sabes cuidar. Me cuidaste cuando estuve enfermo.
Sabes abrigarme.
Yo te amo.